Bajo por la escalera,
el vértigo que no se aleja,
no detiene mi paso.
Busco el abismo sutil,
con la melodía decadente
que acompaña mi andar desalmado.
Y entre paredes oigo voces
que no me alientan,
me engañan,
familiares, crudas y sonoras,
no les prestaré mi oído.
Mis pasos cortos,
atemorizados al descender
suenan apenas en la noche
y el temblar de piernas
no confunde la firme voluntad.
Bajo por la escalera,
florece mi corazón
como una rosa arraigada
entre escalón y escalón
elevando sus plegarias cuesta abajo.
Mis ojos cerrados
valientes guardianes
ignorantes del temor
iluminadores de pasión en mi ser,
que si mis pies cedieran
cayendo los jinetes del celestiales,
las riendas del caos se soltarían
al parpadear mis ojos,
la luz de la verdad.
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